Reflexiones en pandemia

Ésta reflexión es vivencial y resultado de conversaciones de pasillo, con compañeros y personas usuarias. A pesar de la subjetividad de algunos de los puntos, la gran mayoría de nosotros coincidimos en destacar éstos aspectos como algo positivo que ha precipitado ésta crisis y que hay que saber colocar en su lugar también.  Sin por ello, perder de vista el reconocimiento del dolor y sufrimiento y acogiéndolo también en nosotros sin negarlo y dándole espacio.

Me gustaría en ésta reflexión, poner el foco en aquellos aspectos que la crisis sanitaria del Covid-19, ha acelerado en nuestra residencia y que nos han mantenido conectados en tiempos de incertidumbre y dotado de herramientas para tolerar situaciones nuevas, inciertas y amenazantes.

Sentido de dirección: Citando a Séneca “cuando no sabes hacia donde navegas, ningún viento es favorable.

Desde el inicio de la crisis, todos hemos coincido en señalar que nos hemos sentido más unidos que nunca por un objetivo común: Ayudar y promover el bienestar, y reducir el sufrimiento en las personas que cuidábamos y en todos los agentes que participábamos en el día a día de la residencia: familias y compañeros.  Éste sentido nos ha mantenido más unidos que nunca y ha permitido que mejorara nuestra tolerancia a situaciones difíciles y de mayor estrés.

Sentido de humanidad compartida: La mayoría de nosotros hemos sentido más “el otro” que nunca.

Sentir y pensar que el otro podías ser tú o un familiar y entrar en contacto con el sentimiento de interdependencia nos ha hecho conectar con los demás desde otro sitio.

En ésta crisis la mayoría, hemos tomado conciencia de nuestra vulnerabilidad y éste sentimiento nos ha dotado de un sentido de compasión real, de “mañana puedo ser yo” , colocándonos  en la posición dónde conectar con el otro desde una actitud más humana,  de acompañamiento y escucha real.

Sentido de familiaridad: Al verse limitadas las visitas de familias hemos actuado muchas veces como nexo de unión entre familiares y personas usuarias a través de lectura de cartas y videollamadas a familiares y hemos podido ser partícipes de ésta dimensión familiar y social y sentirnos parte de ella. En definitiva, hemos conocido más al individuo dentro de su familia y en su contexto promoviendo un sentido más humano de las relaciones y conociéndoles más.

Uso del humor y rituales: Durante la crisis ciertos rituales y  el uso del humor, nos han permitido ventilar el dolor acumulado en el día a día y han creado un lenguaje común y sentido de pertenencia.

Sentido de hogar: El confinamiento y la posterior “nueva normalidad” nos llevó a darle la vuelta a las estancias de la residencia y crear pequeñas unidades de convivencia.

El proyecto, que ya estaba en marcha, se aterrizó en tiempo record. Pasando de un modelo con estancias con connotaciones sanitarias a un centro con sabor a hogar: Creamos unidades de convivencia o pequeñas, añadiendo objetos personales en la misma y haciendo el entorno más parecido a sus casas.

Desde otra óptica, las pequeñas unidades de convivencia han permitido crear grupos pequeños más homogéneos o similares y adaptar las intervenciones a las unidades. Facilitando continuar en el camino de la atención centrada en la persona.  También se ha traducido en la mejora del sentido de pertenencia y familiaridad, de conexión con el entorno y diminución de los problemas de desorientación y de conducta, derivados de estancias más grandes y sin elementos autorreferenciales. En definitiva, en la mejora de la satisfacción.

Para cerrar la reflexión, me gustaría señalar que palabra crisis en chino se traduce como peligro, pero también como oportunidad. En éste sentido demos oportunidad a que crezcan las semillas buenas que ha traído consigo ésta crisis y dotemos a todo esto de algún sentido para poder seguir mirando al futuro con esperanza.

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