Los otros protagonistas de las residencias: LAS FAMILIAS

Generalmente cuando se decide dar el paso de ir a vivir a una residencia, suele dar el primer paso un familiar. En la mayoría de los casos, son los hijos los que toman esta decisión, pero en otras ocasiones son los nietos, sobrinos, hermanos, cuñados, vecinos, etc.

Dar este paso no es sencillo, supone haber pensado varias alternativas y decantarse por la opción de residencia, en función de las circunstancias concretas de la persona. De esta manera, la familia toma la decisión más o menos consensuada con el residente (en función de sus características) y nos elige. Bien, pues desde este primer momento, las familias empiezan a formar parte de Parqueluz. Las familias no son meros espectadores a los que se les dice qué actuaciones, actividades, rutinas, etc. se realizan con su familiar. Son parte activa de este proceso y son un pilar de apoyo fundamental en la toma de decisiones conjunta. Además, cuanto más integrada esté la familia en el día a día de la residencia, más fácil se hace nuestro trabajo.

Todo esto está muy bien, pero ¿qué es lo que necesita una familia para confiar en el centro? Que se le de confianza; ¿Y cómo se consigue esa confianza? manteniendo informada a la familia de todo y teniendo en cuenta sus decisiones a la hora de actuar. Esto es fundamental, aunque parezca simple. La información es poder. Y las familias, tienen necesariamente que estar empoderadas.

Lo que resumo en unas pocas líneas, requiere un trabajo de fondo. Los familiares cuando tienen su primera experiencia en residencia, reflejan miedo a lo desconocido. Vienen con su propia idea de lo que es una residencia, y acompañan a una persona querida para ceder su cuidado a personas que inicialmente les son desconocidas. No controlan la situación y esto, en un principio, les genera cierta ansiedad. Por eso es imprescindible generar desde el principio un clima de confianza, como decía en el párrafo anterior.

En este último año, en el que las reglas del juego han cambiado como consecuencia de la pandemia, creía, que con todas las restricciones impuestas, notaremos diferencia entre las familias que nos conocen varios años y las familias que nos han conocido en periodo de pandemia.

Y cuál es mi sorpresa, que no he notado diferencia alguna entre unas y otras familias. Las nuevas familias, se han integrado exactamente igual que las familias que conocen nuestro trabajo y han vivido con nosotros el día a día desde hace años. ¿Por qué? Porque se les ha facilitado en todo momento que puedan ponerse en contacto con su familiar, con cualquier trabajador del centro, y lo que es más importante, les mantenemos informados y les tenemos en cuenta como parte activa. Siempre. 

Todo esto repercute de forma inmediata y positiva en nuestro trabajo diario también. Nos da confianza a la hora de contactar con las familias, de explicarles una evolución, de compartir momentos con ellos, de comentarles decisiones que tomamos en el día a día en función de las características de cada persona. Y nos da la retroalimentación necesaria para darnos cuenta de que estamos haciendo correctamente nuestro trabajo. 

A mí, personalmente, me da paz pensar que mi madre está en residencia, cuidada y atendida, que el personal tiene la suficiente confianza para saber que cuentan con mi beneplácito, que pueden informarme de cualquier cuestión; y que yo no he de preocuparme por nada, más que por ser parte activa del proceso y por ofrecerle a ella un tiempo de calidad. 

Y este año me ha enseñado que todos, tanto residentes, como profesionales y familiares, tenemos una gran capacidad de adaptación ante las adversidades, y nos cuidamos los unos a los otros por el bienestar común como una familia.

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