Nuestros mayores, grandes olvidados

Tanto profesionales sanitarios, como profesionales del ámbito de servicios sociales, familiares de personas mayores, vecinos, etc., han opinado acerca de lo que se estaba haciendo “bien” y lo que se estaba haciendo “mal” con las personas mayores en medio de esta pandemia. Y continúan haciéndolo en las distintas fases de la desescalada.

Ya estamos en “fase 2” en nuestra comunidad, donde se permiten las visitas en las residencias de mayores. Y se  han ido elaborando protocolos con la única finalidad de proteger a las personas mayores. Protocolos, todo sea dicho de paso, que se han elaborado rígidamente y con mucha cautela porque los centros de mayores ahora son el centro de atención, y es el tema de actualidad en el que toda opinión es válida y no necesita ser contrastada.

Y no lo comparto, pero en parte lo entiendo. Llevamos más de dos meses en tela de jucio por parte de los medios de comunicación y con un control feroz por parte de todos los agentes implicados en  llevar el seguimiento de esta pandemia.

Además, en nuestro país tradicionalmente se tiende a sobreproteger a las personas más vulnerables y nos aparece una actitud paternalista hacia ellos. Intentamos por todos los medios que no les pase nada, que no se caigan, que no se muevan (por si se caen), que esperen a nuestras indicaciones para poder hacer algo, decidimos que vistan de forma más cómoda (aunque nunca hayan ido con ese tipo de prendas) y que coman “cosas blanditas” por si se atragantan, entre otras muchas cuestiones cotidianas. Y lo mejor de todo, es que creemos que lo hacemos por su bien. Pues nada más lejos de la realidad.

Profesionales sanitarios, del ámbito de servicios sociales, familiares, vecinos del barrio…. desde la residencia llevamos varios años trabajando en un modelo de atención que no sobreproteja  a los mayores, ni tenga una actitud paternalista hacia ellos. Trabajamos sabiendo que la persona mayor es el centro de nuestra atención, que es imprescindible conocerla y saber de ella, porque esto hace que nuestro trabajo sea mucho más fructífero para ambas partes. Y al ser la persona mayor la protagonista de su vida, y además con capacidad de decisión, todo fluye. Con las medidas de protección adecuadas, el acercamiento de los mayores con sus familiares puede ser menos rígido que las imágenes que aparecen en la televisión. Además, cada persona es única, diferente. Al igual que lo es su forma de relacionarse con la familia. No podemos hacer un protocolo estricto, igual para todos, porque no son iguales y no funcionaría para todos por igual. Son personas, no objetos.

Volviendo al tema de las visitas después de esta reflexión, me pregunto ¿a alguien se le ha ocurrido consultar a los profesionales que trabajan en las residencias qué protocolo de visitas creen que sería el adecuado para su centro en concreto? ¿alguien ha pensado que las personas mayores también tienen capacidad para decidir cómo quieren las visitas familiares? ¿alguien ha caído en la incongruencia de que las personas mayores que están en sus domicilios desde la fase 1 pueden salir en los horarios establecidos, y las personas que están en las residencias, aún con todas las medidas sanitarias y de protección, lo tienen prohibido?. Más de dos meses, lleva la opinión pública con el foco puesto en las residencias de mayores,  pero NADIE, se ha dignado a preguntar, acompañar, o simplemente conocer la realidad concreta. Desde arriba, llueven protocolos elaborados por personas que no son profesionales de la tercera edad, que no conocen su realidad y que además, son ignorantes de cómo funciona una residencia. Y esos son los protocolos a los que hemos tenido que acogernos y mientras dure la desescalada nos seguirán marcando nuestro día a día.

Las personas mayores en estos momentos son títeres manejados por los demás, donde se han vulnerado sus derechos y se les tiene anulados por completo. Y lo peor de todo, es que mientras todo esto dure, se está maltratando a las personas que se intenta proteger.